sábado, 4 de abril de 2015

Limitar o no la libertad

Por: Carmina J.Quiroga
Caricatura satírica publicada en la revista Charlie Hebdo

El pasado 7 de enero del 2015, los editores de la revista “Charlie Hebdo” fueron víctimas de un atentado terrorista por parte de un grupo de musulmanes extremistas, en donde lamentablemente fallecieron 12 personas, debido a que en 2005 y nuevamente en 2014, la revista publicó una serie de caricaturas satíricas utilizando la imagen del profeta Mahoma, acción que resultó insultante para muchos practicantes de esta religión. A partir del ataque caricaturistas y reporteros se solidarizaron con las víctimas bajo el lema “Je suis Charlie”, que se extendió por todo el mundo y fue tomado como una insignia de protesta para defender la libertad de expresión. Sin embargo “Je suis Charlie” se volvió un tema de polémica, pues a pesar de que nadie bajo ninguna circunstancia tiene el derecho ni la libertad de matar a nadie, hay quienes argumentan que las imágenes publicadas por Charlie Hebdo resultan agresivas y que la libertad de expresión también debe tener una escala de valores.
    El autor Jorge Volpi en su artículo "La libertad y el humor" se pregunta:
“¿En una sociedad democrática deben existir otros límites a la libertad de expresión que aquellos vinculados con la dignidad y la privacidad de las personas (esto es: de individuos concretos, no de ideas o representaciones abstractas) y con la obligación de no cometer otros delitos?”.
     Resulta muy complicado contestar a esta pregunta puesto que es evidente que al limitar la libertad de expresión, esta pierde en sí su carácter de “libertad”, y es justo una sociedad democrática la que debe dejar que sus ciudadanos se sientan “libres” de expresar sus ideas sin tener que sufrir ningún tipo de castigo por hacerlo, pero también debe considerarse que en cualquier sociedad deben existir normas que promuevan una convivencia pacífica y cómoda para todos.
     El argumento de los que defienden la postura de “Je suis Charlie” en su máxima expresión es justamente que sería sumamente complicado definir los parámetros que delimitarían hasta dónde puede llegar o no la libertad de expresión. Sería imposible que la forma en que piensa un individuo no resultará  nunca irrespetuosa para otro, los seres humanos gozamos de una pluralidad ilimitada, incluso en un grupo con características compartidas, y es entonces que se debe ser tolerante con las ideas de los demás.
      La contraparte “Yo no soy Charlie” de aquellos que se solidarizan con la muerte de los editores de la revista, pero que consideran que ya sea de manera escrita o simplemente como una norma de convivencia cotidiana, deberían existir límites en lo que se publica, tomando en cuenta cómo podrían reaccionar aquellos a quienes se está “atacando” por llamarlo de alguna manera; condenan el radicalismo de Charlie Hebdo. El columnista David Brooks de la revista New York Times escribe: “Fortunately, social manners are more malleable and supple than laws and codes. Most societies have successfully maintained standards of civility and respect while keeping open avenues for those who are funny, uncivil and offensive.” El autor argumenta que como en todo, debe existir una moral en lo que se expresa, que no significa limitar explícitamente la libertad de expresión, si no que el autor, usando su propio criterio, sea capaz de diferenciar entre lo “liberal” y lo “agresivo”.

       Es difícil definir conceptos tan abstractos como “respeto” y “tolerancia”, para muchos (incluyéndome) la representación que hizo Charlie del profeta Mahoma resulta irrespetuosa e incluso agresiva, y es cierto que limitar la libertad de expresión sería una medida que caería en la represión, todos deben tener el derecho de decir lo que piensan, lo que les parece y no les parece, pues es una característica inherente del ser humano y que nadie tiene facultad para segregar. Aun así considero que existe una clara diferencia entre decir lo que piensas y agredir, quizá es la manera en que lo dices o incluso la intención, decir lo que piensas y expresarlo públicamente no daña a nadie, sin embargo, si se tiene la pretensión inicial de herir o hacer que otro se moleste, deja de ser un derecho y se vuelve una manifestación de intolerancia, que lejos de promover la pluralidad, la convivencia y la paz, promueve la violencia.

REFERENCIAS:

Brooks, D. (2015, 01 08). I am not Charlie Hebdo. New York Times. Retrieved from http://www.nytimes.com/2015/01/09/opinion/david-brooks-i-am-not-charlie-hebdo.html


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